domingo, 7 de enero de 2007

MICRORELATO MINERO


Reflexiones


Un día más. El embarque, imponente, se alza ante mi mirada. Me espera la jaula...otra vez. Con los años debería acostumbrarme a sus oscilaciones y obviar la cadena, que es mi único enganche al peculiar ascensor. Éste sube y baja a toda una mina; su carbón y sus trabajadores. Ya estoy en planta. Es la 9ª. El olor que percibo forma parte ya del día a día: las impurezas del aire ya no me producen rechazo. Un compañero acaba de contar un chiste. La comedia que se forma antes de entrar al tayu ameniza la jornada. Me despierto. Otra vez el mismo sueño. No me puedo dormir. Vuelvo a recordar mis años como minero. Emocionado, como siempre. Y cansado, como nunca. Ahora, se venden minas a particulares, aquí, en mi Asturias natal. Dicen que no es una empresa rentable, que el carbón se puede importar más barato...Todo llega a su fin. Pero yo sigo pensando. Y recuerdo aquellas huelgas que me tocó vivir. Desde el 71 hasta el 91. Pasando por la de 77, la del 84... En ésta última fuimos a la capital más de 7000 mineros que reclamábamos dignidad. Queríamos que nos trataran como personas. Todos aquellos encierros, aquellos meses sin jornal...Y nuestras mujeres, igual de luchadoras. Nos empeñábamos en los comercios “Ye que tan los mineros en huelga”. Y perdimos. Pero también ganamos. Mejoramos la ventilación, nos dieron ropa para trabajar, sitios de veraneo, préstamos blandos...Pero se me viene a la cabeza lo inevitable. Aquellos compañeros, pero sobre todo amigos, que dejé ahí abajo. Se corría la voz de pozo a pozo, de planta a planta; ¡matóse unu! O dos, o tres, o cuatro...o catorce. Un momento de silencio. Se para la mina. Piensas en los hijos, en la mujer, en los tuyos. Sabías que podías haber sido tú. La idiosincrasia de la mina sólo la entienden los mineros. Nosotros. Aquellas luces ávidas que recorren los pasillos del pozo están en mi cabeza. Y cada luz, un paisano, una familia, una esperanza para Asturias. Pero esta tierra se muere. Ha sido asediada. Nuestros fondos no se emplearon para crear el futuro de nuestros hijos. Nuestros días de huelga forman parte de la historia. Porque nadie lucha. Porque los ideales expiran, y las lámparas de mina se apagan.

Duermo.


ELENA GONZALEZ. Amiga y periodista.

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